Aunque el sistema inmune integra los principales mecanismos de defensa
del organismo para el combate de microorganismos, es también responsable del
desarrollo de fenómenos inflamatorios, que además de frenar el crecimiento de
microorganismos, son causa de lesiones locales y/o generales, siendo en
ocasiones difícil de discernir entre los aspectos benéficos y perjudiciales.
La inflamación es la respuesta del tejido vivo vascularizado a la
lesión. Puede ser causada por infecciones microbianas, agentes físicos o
químicos, tejido necrótico o reacciones de tipo inmunitario. La lesión celular
irreversible, se produce como consecuencia a un agotamiento de ATP, producto de
la disfunción de la membrana mitocondrial, ocasionada por la agresión de los
RL, lo cual da como resultado una isquemia que conlleva a procesos
inflamatorios como consecuencia de un aumento de las citocinas proinflamatorias
y moléculas de adhesión, agravando la lesión celular y conllevando a una
necrosis celular.
La respuesta inflamatoria genera una gran acumulación de células
inmunitarias en el foco infeccioso. Estos proliferan y secretan al medio
extracelular moléculas como IL-2, IL-4, IFN- g y diversos
factores quimiotácticos, que inducen el reclutamiento y activación de
neutrófilos, macrófagos y linfocitos, quienes a su vez, liberan al medio
derivados de oxígeno altamente reactivos, lisozimas, prostaglandinas,
leucotrienos y citocinas, como TNF-a, IL-1 e IL12, que amplifican la respuesta inflamatoria, con un especial
potencial lesivo de los tejidos circundantes.
Dado su potencial lesivo, el organismo ha desarrollado mecanismos para
minimizar el riesgo de daños durante las reacciones inflamatorias, como, por
ejemplo, el estrecho control de los sistemas productores de ERO de las células
fagocíticas. Sin embargo, la protección no es absoluta, y en ocasiones se
producen algunos fenómenos inflamatorios que son el origen de numerosos
patologías. Ejemplo de estas patologías con origen inflamatorio son las enfermedades
cardiovasculares, la enfermedad arterial coronaria, cerebral y periférica, el
asma, la enfermedad de Crohn, la colitis ulcerosa, la resistencia a la insulina
y diabetes, la obesidad, la artritis reumatoide, entre otras.
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